Harry Potter y la piedra filosofal – J.K. Rowling
“El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente.”
Aunque eso cambió el día que llegaron los nuevos vecinos. Nadie vio ningún camión de mudanzas, ni siquiera un coche, ni a nadie acercándose a la puerta. Simplemente, el cartel de la inmobiliaria que había colocado frente al número 6 desapareció de la noche a la mañana y se transformó en una familia de cuatro personas.
Esa misma mañana, todo el vecindario fue a visitarles y a darles la bienvenida. Todos menos la familia Dursley. Pues el señor Dursley sí los había visto llegar. Y, a pesar de la copa de jerez que se había tomado aquella noche, había podido ver claramente que aquella familia había llegado desde el cielo y que quien quitó el cartel de “Se vende” no era un hombre.
La sombra de los dioses – John Gwynne
“—La muerte es parte de la vida —susurró Orka en el oído de su hijo.”
Sabía que aquellas palabras no eran un consuelo en aquel momento, pero era lo único que podía hacer por él. El destino había decidido mostrarle la verdad del mundo a una edad demasiado temprana.
Y ahora que su marido descansaba en el panteón familiar, las responsabilidades llamaban a su hijo. Si hubiera sucedido sólo unos años más tarde, Fusho podría haber gobernado sin dificultades. Pero ahora sabía que no todos los nobles querrían obedecer las órdenes de un niño. Tenía la certeza de que, mientras su hijo lloraba por la muerte de su padre, en la oscuridad, sus enemigos afilaban sus armas. Debía prevenirle de lo que iba a suceder de ahora en adelante. Pero aquella noche no.
Aquel momento debía dejárselo para el duelo, para que llorara por su padre, pues nunca más podría permitirse soltar una lágrima. Y por eso Orka lloró, porque la edad de la inocencia de su hijo había terminado.
El priorato del naranjo – Samantha Shannon
“El desconocido salió del mar como un fantasma del agua, descalzo y con las cicatrices de su viaje bien visibles.”
Desconcertado, observó el puerto comercial que se abría a su alrededor, tratando de comprender qué hacía ahí y cómo había acabado en el mar. Fue mientras trataba de descubrir aquel misterio cuando comprobó que algunos de los viandantes decidían apartar los ojos y darse la vuelta para no cruzarse con él.
Un mal presentimiento cruzó su nublada mente y, con temor, se llevó la mano al cuello. Todo su cuerpo sufrió una sacudida al reconocer la forma de un árbol marcada a fuego en su carne. Aunque no recordaba ni su nombre, ni cómo había acabado de aquella manera, sí sabía que el blasón pertenecía al Priorato; y eso significaba que lo habían condenado. Por alguna razón que aún desconocía, se había convertido en alguien que ya estaba muerto a ojos del mundo.
Alas de sangre — Rebecca Yarros
“El día del reclutamiento siempre es el más mortífero.”
Y aun así, había cierta belleza en ese momento, o eso pensaba el comandante Glausher, quien observaba desde su posición privilegiada aquella lucha por la supervivencia y cómo, rápidamente, el suelo se tornaba carmesí con la sangre de los descartados.
Eran pocos los que sobrevivían a esa prueba. Y todos los que lo hacían eran más animales que seres humanos. Pero eso era lo que estaba buscando el ejército. No deseaba hombres débiles o inteligentes, para eso ya había otro tipo de selección.
Lo que ahora necesitaban las Fuerzas de Choque eran bestias, criaturas sanguinarias que no desearan otra cosa que no fuera matar enemigos y seguir adelante ciegos ante sus propias heridas o la posibilidad de su propia muerte. Aquella era la única manera de combatir contra los rickers, la extraña raza que había colonizado Marte y desde donde lanzaba sus ataques contra la Tierra.
La sombra de los dioses – John Gwynne
“—La muerte es parte de la vida —susurró Orka en el oído de su hijo.”
Lo abrazó y dejó que las lágrimas del muchacho empaparan su ropa. Sabía que no era lo que habría querido oír, pero necesitaba que lo aceptara. Su padre había muerto. Habría preferido que disfrutara de la inocencia de la niñez un poco más, pero los hados del destino tenían otros planes para él.
Unos planes retorcidos; pues aún era muy joven para convertirse en el nuevo señor y sabía que algunos de los nobles no iban a aceptar su soberanía. Y, aunque debía prevenirle de que sus enemigos ya estaban afilando sus armas, aquella noche un niño debía llorar por la muerte de su padre. Porque cuando amaneciera, no podría volver a derramar una lágrima más. Y, por esa misma razón, Orka lloró sin consuelo.
En un solo día había perdido a su esposo y a su hijo.
El problema de los tres cuerpos – Cixin Liu
“El Cuartel General de la Brigada del 28 de Abril llevaba dos días siendo asediado por parte de la Liga Roja.”
El comandante Maxwell estudiaba el plano de batalla que tenía frente a él. Hasta ese momento había podido leer los movimientos de sus enemigos y habían defendido con éxito cada centímetro del Cuartel General. Aunque no sabía cuánto tiempo iba a durar eso.
La Liga Roja los había aislado y, por lo que sabía, no eran los únicos que estaban siendo atacados. Parecía que aquello era una invasión a gran escala. Por lo que no había nadie al que pedir ayuda ni ningún lugar al que ir; lo único que podían hacer era resistir todo lo posible y, al menos, llevarse a todos los que pudieran por delante.
De pronto, el edificio sufrió una sacudida y las comunicaciones restallaron: “El enemigo está entrando, repito, el enemigo está entrando”.
La fragua de Dios – Brandon Q. Morris
“La tierra emitía un zumbido profundo”
Lo primero que pensaron los ciudadanos de Glüerpon era que su volcán había despertado después de más de tres siglos inactivo. Pero esa idea fue rápidamente descartada cuando, los científicos de la universidad pudieron identificar que la fuente de aquel misterioso sonido procedía de un punto situado bajo la ciudad y a más de dos kilómetros de profundidad.
Aquel hecho despertó aún más preguntas de las que los ciudadanos tenían y el ejército no tardó mucho en tomar el control de la situación. Desde aquel momento la ciudad fue evacuada y todo se convirtió en alto secreto. O eso creían, pues un pequeño grupo de muchachos había decidido quedarse e investigar por su cuenta qué era aquel fenómeno que había causado tanto revuelo. Y aunque ahora no os lo creáis, fueron ellos los que nos salvaron a todos.
Espero que os guste esta iniciativa y los relatos que acabáis de ver. Como digo, los tenéis en las redes sociales y también lo tendréis aquí, recopilando las diferentes historias que se irán subiendo.
Nos vemos en el próximo artículo
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