Y es que, nuestros mundos y nuestras historias están muy bien en nuestra cabeza pero, a veces, no somos capaces de sacarlas y presentarlas para el resto del mundo. Este es uno de los temas que ocurren más a los autores de ciencia ficción y fantasía, donde los mundos e universos que se crean son, en la mayoría de ocasiones, más complejos que otros libros de otros géneros.
La mejor manera de hacer que el lector se sienta cómodo leyendo vuestras historias es consiguiendo que lo que estáis escribiendo tenga sentido. Debemos meditarlo un poco antes de ponerlo en el texto. Para que así, aunque nos topemos con nombres extraños, tecnologías futuristas o magias innombrables, todo sea entendible. Siempre debe quedar todo perfectamente claro y el lector debe poder transportar esas explicaciones a experiencias, sensaciones u objetos que él mismo ha podido ver, tocar, sentir o experimentar. Ahí radica la diferencia entre un autor decente y uno realmente bueno.
Es cierto que tenemos una longitud máxima antes de convertirnos en pesados o en transformar una lectura dinámica en algo tedioso y sin ganas de continuar. Pero es muy fácil dar pequeños detalles o vestir ciertas acciones para que el resultado general sea mejor y de una imagen de mayor profundidad.
Así que me gustaría traer algunos ejemplos que he visto en este libro que os comentaba para completar el texto y, para demostraros algunos de los puntos de los que hablamos.
[―¡Por Finagle! ¿Vuestro sol se convirtió en un gigante rojo?]
**Esto aparece en la página 62 y va apareciendo a lo largo del resto de la historia sin explicarnos realmente quién es Finagle. En la página 132 se nos hace mención a unas leyes, pero no hay información real sobre él. Hay que buscar fuera del libro para encontrar lo que se trata de una religión a manera de broma y que este término fue usado por John W. Campbell, Jr., el editor de la revista Astounding Science Fiction.**
―¡Por Finagle! ―Blasfemó Luis Wu sin poder evitarlo ante la noticia que acababa de dar el titerote. Aunque aún mantenía aquel hábito, hacía mucho tiempo que había renegado de las enseñanzas religiosas que le habían inculcado sus padres, dejándolo únicamente en una coletilla divertida y útil para liberar la tensión del momento―. ¿Vuestro sol se convirtió en un gigante rojo?
¿Qué os parece esta modificación?
Solo son tres líneas más,
pero dan mucho más contexto a toda la historia. Le damos un pasado al protagonista, sabemos que sus padres eran religiosos, que él renegó de eso por algún motivo, pero que aún disfruta mofándose y blasfemando con el nombre de este Dios.
Otro ejemplo puede ser la Lengua del Héroe. Las dos razas alienígenas con las que viaja el protagonista hablan esta Lengua, una que es desconocida para Luis Wu y que no es capaz de comprender. Aquí se podría jugar de muchas maneras para explicar los motivos por los que estas dos razas hablan esa lengua y por qué el humano no la habla.
De la misma manera, aquí podemos decir que durante el libro, los protagonistas usan un traductor portátil para hablar con los habitantes del Mundo Anillo. ¿Qué sentido tiene entonces? ¿Por qué no usar ese mismo traductor para esa lengua?
Parece una tontería, pero estas preguntas y dudas son las que los lectores tienen.
Debemos dar soluciones claras de por qué escribimos una cosa u otra.
[―En el colegio había dibujos de seres como tú. Hace tiempo que desaparecisteis… o eso creíamos. […] Había estudiado los titerotes en clase de Historia, en el instituto, y luego los había olvidado por completo durante ciento ochenta años. […] No sabían qué hacer con Nessus (el titerote). La mayoría optó por ignorarlo; temían hacer comentarios, no fueran a quedar en ridículo.]
¿Os parece una reacción normal cuando aparece una criatura que nadie ha visto en cientos de años y que se pensaba que había desaparecido por completo? ¿Crees que los humanos reaccionarían así al verlo de nuevo?
Como veis, son ejemplos fáciles de detectar y, sobre todo, de corregir. Solo necesitamos pensar por un momento fuera de nuestro propio universo y ver cómo lo vivirá nuestro lector. Debemos plantearnos qué preguntas se hará cuando lo lea, qué sentirá en ese momento, de si estará cómo al leerlo o no. A partir de ahí, uno puede jugar.
Tampoco debemos tratar de sonar muy pomposos y más cuando escribimos géneros de estos tipos. Lo mejor, tal y como dice
Stephen King en su libro mientras escribo (un día de estos hablaré de él): “la primera regla del vocabulario es usar la primera palabra que se te haya ocurrido, siempre y cuando sea adecuada y dé vida a la frase.”
Así que no intentes complicar tu novela por ningún motivo o solo para que parezca más interesante. Al contrario, si vas a tener que dar un nombre extraño, o nombrar algún tema que tenga importancia o donde el lector vaya a detenerse para comprender de qué estamos hablando, intenta siempre añadir algo, un recuerdo, un diálogo, una explicación, un breve salvavidas para ese lector perdido; ellos te lo agradecerán y tu novela lucirá aún mejor.
Este es un tema del que podríamos hablar largo y tendido, donde siempre nos encontraremos temas y posibilidades. Pero bueno, siempre podemos hacer una segunda parte más adelante. Lo importante, y eso sí que debe quedar más o menos claro. Es que, aunque la primera vez que escribes lo haces para ti, la segunda revisión debes pensar en que esta historia ya no te pertenece, si no que le pertenece a cualquiera que decida darle una oportunidad a tu novela.
¿Y qué mejor que prestarle la mayor atención y tratar de cuidarle y de mimarle lo máximo posible?
Espero que este artículo os haya hecho reflexionar y que, a partir de ahora le deis una vuelta más a vuestros escritos; que penséis un poco más en los lectores; que os preguntéis: ¿Si alguien que no conoce nada de mis libros comienza a leer, será capaz de entender a mis personajes, el trasfondo, el mundo y todo lo demás? Si la respuesta es que sí, seguid adelante. Si la respuesta es que no, toca volver a reescribir.
Dicho esto, nos vemos en el próximo.
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